Con frecuencia escuchamos con indiferencia alguna noticia de que alguna especie se ha extinguido, o que actualmente se extinguen más especies que antes.
Te has preguntado alguna vez: ¿qué importancia tiene el que las especies se extingan? ¿Es necesario invertir dinero y esfuerzo en proteger especies que están a punto de extinguirse?
Lo cierto es que, durante más de 3,000 millones de años, las especies han ido extinguiéndose sin que esto haya repercutido en la biosfera. Aunque se extingan las especies, siempre aparecen nuevas que las sustituyen.
Sin embargo, cabe puntualizar que después de la era mesozoica, la evolución requirió de unos 10 millones de años para restaurar los niveles de diversidad biológica anteriores al desastre. O dicho de otra manera: recuperarse es un proceso largo y laborioso.
Por otro lado, aunque es cierto que la mayoría de la biomasa del mundo está compuesta por hongos, bacterias, malas hierbas e insectos, también es cierto que el valor de estos pequeños seres es indiscutible. Y más aún: cuantas más especies viven en un ecosistema, mayor es su productividad y mayor su capacidad de soportar la sequía y otros tipos de estrés ambiental.
La biodiversidad, es más importante de lo que creemos, porque enriquece el suelo, limpia el agua y hasta crea el aire mismo que respiramos. Cada vez que se extingue una especie, esos valores se vuelven más inestables. Cada especie es algo así como la pieza de un gran rompecabezas.
Las especies que viven hoy en día tienen millones de años de antigüedad. Sus genes, al haber estado probados por la adversidad a lo largo de tantísimas generaciones, manipulan un conjunto asombrosamente complejo de dispositivos bioquímicos que ayudan a la supervivencia y la reproducción de los organismos que los portan. Ésta es la razón por la que, además de crear un ambiente habitable para la humanidad, las especies salvajes son el origen de productos que ayudan a sostener nuestra vida.
Y es que casi la mitad de todas las medicinas que ofrecen las farmacias en Estados Unidos son sustancias extraídas originalmente de plantas, animales, hongos y microorganismos. Y probablemente sólo un 1 % de las especies han sido examinadas en busca de productos naturales que pudieran servir como medicamentos.
Los investigadores médicos participan en una carrera contra los patógenos que evolucionan rápidamente, así que están obligados a dirigirse a un conjunto mayor de especies naturales con el fin de adquirir nuevas formulas.
Ante semejante situación, quizá alguien diría: muy bien, pero ¿por qué precisamente ahora vamos a ponernos a proteger especies en su hábitat? ¿No sería más viable mantener ejemplares vivos en zoológicos y jardines botánicos?
Si sumáramos todos los zoológicos del mundo, apenas conseguiríamos albergar unas 2,000 especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios. Actualmente sabemos que existe un total de 24,000. Y si hablamos de jardines botánicos, las cifras son más desoladoras: hay un cuarto de millón de especies de plantas.
Además, en el caso de que se consiguieran salvar especies animales que están a punto de extinguirse (por ejemplo guardando una biblioteca de embriones congelados), resultaría muy difícil y complejo introducirlas de nuevo en ecosistemas que han sido improductivos.
Aunque se pongan de nuevo las especies juntas, el ecosistema no vuelve a funcionar, sobre todo si hablamos de comunidades tan complejas como las selvas tropicales.
En las sobras de los bosque viven infinidades de formas de vida: quizá 300 especies de aves, 500 de mariposas, 200 de hormigas, 50,000 de escarabajos, 1,000 de árboles, 5,000 de hongos, decenas de miles de especies de bacterias, y así sucesivamente a lo largo del extenso registro de grupos principales.
Cada especie ocupa un espacio preciso, que exige un determinado lugar, un microclima exacto, nutrientes concretos y ciclos de temperatura y humedad a los que están sincronizadas las fases secuenciales de los ciclos biológicos. Muchas de las especies están unidas en simbiosis con otras especies, y no pueden sobrevivir a menos que se dispongan con sus compañeros en las configuraciones correctas.
La ciencia todavía no ha alcanzado el nivel de conocimientos suficiente para saber cómo montar un rompecabezas semejante, en el caso de que tuviéramos todas las piezas guardadas en un museo. La biología de los microorganismos necesarios para reanimar el suelo se desconoce en gran parte.
Así que es sumamente importante el evitar perder piezas del rompecabezas, como lo es perder seres humanos.
No debemos olvidar que las personas viven en gran parte gracias a las distintas especies de animales y plantas que habitan en nuestro planeta. Cuando una especie muere o desaparece, el equilibrio del ecosistema se va perdiendo poniendo en riesgo a otras especies incluyendo la nuestra: el ser humano.
¡Preocúpate! , ¡Ocúpate! , cuida de tu planeta y sus diversas especies. Es compromiso de todos.
04/01/2011
Vía linkverde.com