El estudio incluyó a ocho personas con sobrepeso y obesas que se inscribieron en un programa recién diseñado para perder peso que buscaba cambiar la forma en que la gente reacciona a distintos alimentos.
Esos participantes se compararon con un grupo de control de cinco personas con sobrepeso y obesas que no fueron incluidas en el programa. Ambos grupos recibieron IRM cerebrales al inicio del estudio, y una vez más seis meses después.
Los escáneres revelaron que las personas en el programa para perder peso mostraban cambios en áreas del centro de recompensas del cerebro involucradas con el aprendizaje y la adicción. En concreto, esa área mostró un aumento en la sensibilidad a los alimentos saludables bajos en calorías, y una menor sensibilidad a los alimentos con más calorías, según el estudio publicado en la edición en línea del 1 de septiembre de la revista Nutrition & Diabetes.
"Al principio de nuestras vidas no adoramos las papas fritas ni odiamos, por ejemplo, la pasta integral", comentó en un comunicado de prensa de la Universidad de Tufts la autora principal del estudio, Susan Roberts, directora del Laboratorio del Metabolismo de la Energía del Centro de Investigación sobre Nutrición Humana del Departamento de Agricultura de EE. UU. de la universidad.
"Ese condicionamiento ocurre con el tiempo en respuesta a comer, repetidamente, lo que hay disponible en el tóxico ambiente alimentario", explicó Roberts, que también es profesora de la Facultad de Ciencias y Políticas de la Nutrición de la Tufts, y profesora adjunta de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la universidad.
Y según el primer autor del estudio, Thilo Deckersbach, aunque otros estudios han mostrado que los procedimientos quirúrgicos como la cirugía de derivación gástrica pueden reducir qué tanto disfrutan las personas de la comida en general, esto no es muy satisfactorio porque elimina la satisfacción con la comida en general, en lugar de hacer que los alimentos más saludables resulten más atractivos".
Deckersbach es psicólogo del Hospital General de Massachusetts, en Boston. "Mostramos que es posible cambiar las preferencias de los alimentos malsanos a los alimentos saludables sin cirugía, y que la IRM es una técnica importante para explorar el rol del cerebro en las pistas alimentarias", aseguró Deckersbach en el comunicado de prensa.
Roberts apuntó que "en esta área falta mucha investigación por hacer, con más participantes, un seguimiento a largo plazo y que se investiguen más áreas del cerebro. Pero nos anima mucho que el programa para perder peso parece cambiar qué alimentos resultan tentadores para las personas".
Con información de: Agencias | HealthDay | Hispanicare
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