La obesidad es un problema creciente que nos debe preocupar a todos. Muchos gobiernos alrededor del mundo han detectado que una población obesa es mucho más costosa y, a la vez, mucho menos productiva. Mientras que es fácil juzgar a las personas obesas por ignorar su salud de una manera tan drástica, el problema va más allá de una baja autoestima; realmente se trata de un problema de percepción.
La obesidad ha permeado todos los niveles de la sociedad de manera que en México el 70% de la población adulta tiene sobrepeso y lo que es más preocupante aún, uno de cada tres adolescentes entre la edad de 12 y 19 años tiene sobrepeso —aproximadamente 4.1 millones de escolares viven con sobrepeso (UNICEF). Tomando en cuenta lo último, así como el hecho de que en Estados Unidos la obesidad le cuesta al sistema de salud alrededor de $90 billones de dólares al año, es innegable que lo que estamos enfrentamos es una epidemia de obesidad.
Con cifras como esas debería ser imposible ignorar el problema, pero la raíz del mismo se encuentra profundamente arraigado en las costumbres de la vida moderna, que no significa que no podemos cambiar. El problema se debe en parte a la vida sedentaria que vivimos, a la falta de información, y para muchos, a un presupuesto y tiempo limitado. Sin embargo, hay hábitos que podemos cambiar para llevar una vida más saludable y así evitar los problemas relacionados con la obesidad. El principal cambio es comer en casa, o comer sólo comida preparada por nosotros.
¿Parece demasiado sencillo para ser cierto? No lo es, cómo apunta Jane E. Brody del New York Times, el incremento en el peso de las personas empezó aproximadamente hace medio siglo cuando las personas dejaron de comer en casa y comenzaron a acudir a sitios de comida rápida cuyas porciones eran más grandes y más baratas que comer en casa, adicionalmente, la popularización de los refrescos endulzados con jarabe de maíz y mucha azúcar agravaron el problema.
Hoy en día estamos acostumbrados a porciones enormes de alimentos, aun cuando estamos en casa, de manera que las rebanadas de pan son más grandes, los envases de cosas como yogurs también lo son —el tamaño no es lo único que debería preocuparnos, también el valor nutrimental de los alimentos. Comida que generalmente se considera sana como los yogurs ahora contienen hasta un 24% de azúcar y muchos contienen almidón de maíz para espesarlos.
La solución, entonces es evitar comidas innecesariamente grandes, grasosas, con un alto contenido de sal, azúcar y además evitar —a toda costa— bebidas gaseosas. La manera más fácil de hacerlo es preparando la comida que comemos, así podremos estar completamente conscientes de qué lleva y usar ingredientes no procesados. Brody lo explica que “Comer tan sólo una comida fuera de casa a la semana se puede traducir a un kilo de más al año para la persona promedio”. Esto porque en los restaurantes nos hacen creer que una porción normal es mucho más grande de lo que recomiendan los nutriólogos.
Cómo con todo en la vida, la hora de actuar es ahora. No vale la pena guardar el “bajar de peso” para nuestras resoluciones de año nuevo, todos debemos preocuparnos por nuestra salud y la de aquellos que nos rodean. Si el 70% de la población sufre de sobrepeso (y además han vivido con la condición desde la infancia) las probabilidades de que estos desarrollen diabetes, cáncer, enfermedades cardíacas, una baja calidad de vida y menos longevidad, son mucho más altas. Al comparar la lista de padecimientos con lo molesto que puede ser cocinar o encontrar tiempo para cocinar, el precio es innegablemente bajo.
Con información de: Agencias | Culturizando | Ecoosfera
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