En este estado, nuestra mente no solo absorbe lo que nos interesa sino que retiene todos los datos que rodean a la materia de nuestro interés. Eso explica por qué a veces cuando leemos una novela memorizamos sin esfuerzo detalles del argumento y en cambio cuando tenemos que estudiar nos cuesta más recordar los datos.
Además, tener curiosidad por algo activa el sistema de recompensa del cerebro y se segrega dopamina, un neurotransmisor que nos lleva a lograr objetivos. El hipocampo, fundamental en la formación de la memoria, también se beneficia de las expectativas y se activa más cuando mostramos interés.
La combinación del circuito de recompensa con el trabajo del hipocampo hace al cerebro más receptivo para aprender y retener información, incluso cuando esta no es de especial interés o importancia. Para los autores del trabajo, esta facilidad para aprender cuando sentimos interés puede ayudar a los docentes a poner el cerebro de sus alumnos en un estado de curiosidad que les permita asimilar mejor los conocimientos que imparten.
El experimento que llevaron a cabo los investigadores de la Universidad de California consistió en hacer a los participantes preguntas del trivial, que estos tenían que puntuar de 0 a 6 en función de su probabilidad de conocer la respuesta. Luego tenían que puntuar su curiosidad por saber la respuesta correcta. También les hacían un “examen sorpresa”para ver su capacidad de reconocer caras que previamente habían visto, seguido de una prueba de memoria para las respuestas a las preguntas del trivial que les habían facilitado. Además, los participantes fueron sometidos a una resonancia magnética funcional para ver la activación de su cerebro.
El estudio reveló tres hallazgos principales. En primer lugar, y como se esperaba, cuando los participantes tenían mucha curiosidad por conocer la respuesta a una pregunta, eran mejores en el aprendizaje de esa información. Pero más sorprendente fue comprobar que una vez que se despertó su curiosidad, aprendían mejor la información que no estaba relacionada con la respuesta, y también eran mejores en el reconocimiento de las caras que previamente les habían mostrado, en las que no tenían ninguna curiosidad.Además, también fueron capaces de retener mejor la información aprendida durante este estado de curiosidad aunque el retraso para conocer la respuesta fuera de 24 horas.
En segundo lugar, los investigadores encontraron que cuando se estimula la curiosidad, hay una mayor actividad en el circuito de recompensa cerebral, que depende de la dopamina, un mensajero químico que transmite mensajes entre las neuronas.
En tercer lugar, el equipo descubrió que en el aprendizaje motivado por la curiosidad hubo una mayor actividad en el hipocampo, una región del cerebro que es importante para la formación de nuevos recuerdos, y también vieron un aumento en las interacciones entre el hipocampo y el circuito de recompensa.
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