Entre los beneficios de consumir comida orgánica se encuentra la posibilidad de comer un producto libre de químicos tóxicos, niveles de antioxidantes más altos, prácticas de agricultura más sanas y muchos más.
Los tomates orgánicos por ejemplo tienen más ácidos fenólicos que aquellos que son cultivados de manera comercial. Las manzanas orgánicas contienen 15% más capacidades antioxidantes que las comerciales. El maíz orgánico es 20 veces más nutritivo que el comercial o aquel que ha sido genéticamente modificado. Un estudio encontró que el orgánico tiene más calcio, potasio, magnesio y manganeso que el comercial.
Lo alarmante de estos resultados no es que la comida orgánica sea más sana, sino que los científicos que buscan investigar estos hechos, tienen que pedir permiso a las corporaciones que producen los alimentos genéticamente modificados para publicarlos.
Adicionalmente, hoy en día hay pocos países que intenten proteger a sus ciudadanos de los potenciales daños de los alimentos genéticamente modificados. Entre los países que lo hacen se encuentran Ecuador, Perú, Venezuela, Egipto y Rusia. En países como Estados Unidos, Canadá, Australia, México, la mayor parte Suramérica, Asia y África el uso de “semillas mejoradas” sigue siendo parte de la invasiva práctica moderna de explotación y manipulación de recursos.
Con información de: Agencias | Ecoosfera
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