“Cuando estoy triste, lo veo todo de color gris”. Esta impresión de que el mundo nos parece más gris y opaco de lo normal cuando estamos con los ánimos bajos, tiene más de certeza que de metáfora. Una nueva investigación de la Universidad de Rochester (EE.UU.) plantea que la sensación de tristeza puede cambiar la forma en la que percibimos el color. El estudio ha sido publicado en la revista Psychological Science.
¿Hay un vínculo específico entre la tristeza y nuestra capacidad de percibir el color? Este fue el punto de partida del experimento para el que los investigadores contaron con 127 participantes a los que dividieron en tres grupos asignados al azar: el primero observó una comedia hilarante para provocar un estado de ánimo alegre y divertido; el segundo, contempló una película dramática con un final lacrimógeno; y, el tercer grupo, permaneció como grupo de control sin visualizar nada.
Tras estos, los investigadores mostraron a los voluntarios 48 muestras de color consecutivas y se les pidió que indicaran a qué color principal -rojo, amarillo, verde o azul- pertenecían. Los resultados revelaron que las personas inducidas a sentir tristeza eran menos precisas en la identificación de los colores en el eje azul-amarillo que los que eran emocionalmente neutrales o incluso los inducidos para sentir alegría.
“Nuestros resultados muestran que el estado de ánimo y las emociones pueden afectar la manera en que vemos el mundo que nos rodea. Nuestro trabajo avanza el estudio de la percepción mostrando que la tristeza afecta específicamente a los procesos visuales básicos que están implicados en la percepción del color”, explica Christopher Thorstenson, líder del estudio.
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